L’état c’est moi.” Louis XIV
Es muy fácil criticar la dictadura
de Guinea Ecuatorial, pero no hay que olvidar que goza, en un continente
inquieto, de una estabilidad notable. Ya
van 34 años de gobierno ininterrumpido desde que el
Presidente Teodoro Obiang asumió el poder, arrebatándoselo a su tío, al que
posteriormente ejecutó, en un golpe de estado. Es muy fácil criticar, pero es
el país africano que más riqueza genera al año per cápita: la cifra ronda los
20.000 euros, un poco por debajo de España pero por encima de Portugal, Chile,
Argentina, Rusia, Sudáfrica y Brasil.
Hay detalles, claro. Detalles que
el gobierno de Obiang posiblemente no se haya esmerado en transmitir a los
jugadores de la selección española que ayer disputaron un partido amistoso con
Guinea, “un país, deportivamente, hermano nuestro”, según Jorge Pérez,
secretario general de la Federación Española de Fútbol. Por ejemplo, que la
expectativa de vida es mayor en Eritrea, país cuya riqueza anual per cápita es
30 veces menor que la de Guinea; o que en el ránking de mortalidad infantil
Guinea ocupa el puesto 14 en el mundo, peor que Liberia, cuya riqueza per
cápita es menor que la de Eritrea. Todo esto podría tener algo que ver con que
Guinea es de los países del mundo que menos invierte en salud (el 4% del
presupuesto estatal) y menos aún en educación, el 0,6%.
” No es justo obligar al equipo de
Vicente del Bosque, gente con una imagen ejemplar, a rebajarse al nivel de los políticos”
La clave está en ese “per cápita”.
Por cabeza, como se traduciría al idioma oficial de Guinea, este pequeño país
de 700.000 habitantes se ha inflado de dinero desde el descubrimiento de
petróleo en las aguas que lo rodean. Pero está claro, ya que tres cuartos de la
población vive en la más abismal pobreza, que algunas cabezas se reparten una
mayor parte del petropastel que otras, especialmente aquellas que comparten el
nombre Obiang, como el hijo del dictador, Teodorín, actualmente segundo
vicepresidente de la República. Poco interesado en cuestiones administrativas
de estado, Teodorín ha utilizado buena parte del botín nacional en la compra de
lujosas propiedades en París, Ciudad del Cabo y Malibú, California, y una
amplia flota de Bentleys, Lamborghinis, Maseratis y Bugattis.
Lo asombroso es que, como
habrán constatado los jugadores de la selección española, en
Guinea reina la paz social. Esto se debe al pragmatismo del presidente Obiang,
que concentra todo el poder de la ley en sus manos, manos que nunca han
temblado a la hora de ordenar ejecuciones y torturas de aquellos que dudan de
sus buenas intenciones.
La verdad, hablando un poco más en
serio, es que no hay régimen feudal más caricaturesco sobre la faz de la
tierra. Los hay más salvajes, aunque suelen estar en guerra, como Siria, o más
represivos, como Corea del Norte, pero no los hay más corruptos. Según
Transparency International, Guinea es uno de 10 países que compiten por el
título de campeón del mundo de la corrupción estatal.
“No hay régimen feudal más
caricaturesco sobre la faz de la tierra que el del dictador Obiang”
¿Debería el campeón del mundo de
fútbol no haber jugado en Guinea? Quizá hubo cierta coherencia en haberlo hecho
ya que sucesivos gobiernos españoles han mantenido relaciones fraternales con
Obiang. Un ejemplo entre muchos: el expresidente del Congreso José Bono fue a
visitarle a Guinea en 2011 y declaró, con alarmante sinceridad: “Es muchísimo
más lo que nos une que lo que nos separa”.
Pero no. No debería haber ido la
selección española a Guinea. No es justo obligar al equipo de Vicente del
Bosque, gente con una imagen ejemplar, a rebajarse al nivel de los políticos.
Por supuesto que el fútbol es un negocio en el que también se impone la realpolitik, por no
decir el sucio cinismo, pero esta selección en particular ha logrado mantenerse
ajena a percepciones de esta naturaleza. Ha sido motivo de orgullo por cómo ha
jugado y cómo se ha comportado. Existió la posibilidad de declarar,
públicamente, que no, no iría a Guinea, y así lanzar un mensaje que se hubiera
aplaudido fuera y dentro de España, pero lo que se ha hecho, de manera
innecesaria, demostrando tanto una crasa ignorancia como una falta lamentable
de sensibilidad, es arrastrar a un gran equipo de fútbol por las cloacas para
mayor gloria de una grotesca tiranía.
Gracias a la Federación Española
de Fútbol, y al gobierno que la apoyó, no solo se disputó un partido tonto e
irrelevante, sino que nada más salir los dos equipos al campo los Obiang ya
habían ganado por goleada.
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